«La idea de estar informado, pero, sobre todo, de sentirse bien informado en este momento está en entredicho», nos expica Raul Magallón, (@raulmagallon ), periodista, escritor y profesor de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, hablando de su nuevo libro: UPDATING NEWS: Información y democracia.
Un nuevo trabajo que quiere ir un paso más allá, y tratar de explicarnos: «¿Por qué en este momento resulta más complicado reconocer la verdad si nuestro conocimiento sobre lo que somos es mucho mayor de lo que había sido nunca?
R.M- Más información no ha traído un mundo donde nos sintamos mejor informados, pero tampoco un mundo donde más información sea sinónimo de un mundo más democrático. La fatiga informativa, el papel de las redes sociales en la economía de la atención y su capacidad de viralizar lo emocional y el lugar de la desinformación como una disfunción normalizada e integrada en el sistema son algunas de las consecuencias más evidentes de esta situación. Por otra parte, la búsqueda de la verdad es un proceso mucho más complejo y aburrido que requiere más tiempo y tiene más matices que las narrativas que pretenden desinformar apelando a las emociones y buscando atajos intelectuales.
P.G- ¿Qué papel crees que jugará la desinformación en las elecciones a la Asamblea de Madrid, del próximo 28 de mayo?
R.M– La desinformación funciona mejor en escenarios de incertidumbre y desconfianza creciente en el sistema. En este sentido, los ciclos de actualidad determinan las narrativas preferentes de cada campaña electoral, si bien es cierto que hay narrativas globales que se adaptan a contextos locales.
Por otra parte, es importante que los actores, organismos e instituciones encargadas de velar por el buen funcionamiento de la máxima representación de la democracia que son las elecciones sean capaces de ser ágiles, transparentes y capaces de transmitir confianza ante cualquier cuestión relacionada con el proceso electoral.
En cualquier caso, son elecciones locales y autonómicas que no sólo se celebran en Madrid sino en todo el país y, por lo tanto, tienen sus propias lógicas locales y particulares que a veces coinciden y, otras muchas, compiten entre sí.
P.G- ¿De qué forma consideras que: «los sistemas democráticos están perdiendo la capacidad de creer en ellos mismos».
R.M- Los países que viven en democracia han disminuido en la última década. Los distintos informes que intentan medir la calidad democrática de los países coinciden en el diagnóstico. Por ejemplo, los datos de The Global State of Democracy Report del año 2022 destacaban que, entre 2016 y 2021:
el número de países que se dirigían hacia el autoritarismo era más del doble del número de países que habían avanzado hacia la democracia.
(Raul Magallón).
R.M- Durante ese período, 27 países experimentaron una rebaja en su clasificación, mientras que solo 13 mejoraron.
P.G-¿A qué te refieres cuando hablas en el libro de «El acontecimiento mediático como catalizador político»?
RM- Cada generación tiene en su imaginario y en su memoria social y colectiva una serie de acontecimientos mediáticos e históricos que sirven de punto de referencia común, que aportan sentido a un pasado común y que establecen puentes y diálogos entre las historias personales y las colectivas.
Lo que hemos visto con el asalto al Capitolio en EEUU o el intento de asalto de los tres poderes en Brasil, es que hay determinados acontecimientos que intentan activar determinadas respuestas políticas y sociales.
Podemos pensar que son fenómenos aislados, pero también que el populismo no sólo tiene memoria sino que a partir de esa memoria ejercitada puede crear estrategias y tácticas cada vez mejor diseñadas a nivel global.
PG- ¿Qué papel juega, en este nuevo ecosistema informativo la irrupción de la Inteligencia Artificial?
R.M-Si pensamos desde el punto de vista del consumo informativo, una de las grandes diferencias entre el nacimiento de internet y la emergencia actual de la inteligencia artificial es que, en la actual economía de la atención, ésta no solo compite con internet o la televisión, sino que está en competencia con un mercado de la atención cada vez más saturado.
Sin embargo, si pensamos en la IA como una tecnología disruptiva creo que puede ser muy útil a la hora de encontrar patrones en grandes bases de datos, estructurar mejor las ideas y también a la hora de explorar futuros posibles. Ahí considero que nos puede ayudar, estableciendo distintas posibilidades para interpretar las consecuencias futuras de determinados hechos y acciones y poder adaptarnos más rápidamente a ellas.
PG- Sigues pensando que, como señalabas en «UnfakingNews. Cómo combatir la desinformación»: «La alfabetización digital se ha convertido en una de las soluciones de consenso al problema de la desinformación».
R.M- Si cogiéramos una estimación moderada del tiempo de uso de redes sociales por parte de nuestros jóvenes, unas cuatro horas diarias, tendríamos un total de 1460 horas anuales de consumo de redes sociales. Pensemos que se estima que un estudiante de secundaria pasa entre 1000 y 1050 horas anuales en clase.
Es evidente que si nuestros jóvenes pasan más tiempo en redes que en clase,
necesitamos integrar la formación sobre las posibilidades, riesgos, limitaciones, etc. de esas redes en el curriculum escolar. No se entiende cómo no hemos podido integrar formalmente una sola hora de docencia para explicar una cuestión tan importante.
(Raul Magallón).
R.M- Los representantes políticos hablan de proyectos concretos, iniciativas particulares, etc. pero hace falta un plan mucho más ambicioso y un compromiso colectivo real.
P.G-En el último capítulo del libro señalas: «La última década no tuvo lugar porque no pensamos en cómo imaginar juntos la siguiente», qué quieres decir con eso exactamente.
R.M.- En realidad, es un guiño al sociólogo Jean Baudrillard que escribió en los años 90 “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar”. Fue una expresión provocadora que no buscaba negar la realidad de la guerra sino todo lo contrario, explicar la importancia de los medios a la hora de configurar y marca la realidad compartida y la percepción de lo socialmente relevante. Aunque con matices, sigue teniendo vigencia la idea de que lo que deja de verse en los medios deja de tener relevancia social.
En la última década hemos hablado mucho del papel de las redes sociales, de la perdida de confianza en los medios de comunicación, de una tecnología que nos iba a permitir aumentar el número de países democráticos en esos rankings, de las posibilidades para luchar contra la desigualdad de la globalización, etc.
Sin embargo, la realidad es que hay -al menos- una generación que está determinada por la crisis de 2008, la pandemia y ahora las consecuencias de la guerra en Ucrania y el consiguiente aumento de las desigualdades.
Explorar las posibilidades democráticas de la próxima década pasa por establecer otro tipo de criterios más tangibles y también por tener el horizonte de expectativas mucho más claro sobre cómo reducir esas desigualdades, generar una mayor igualdad de oportunidades y aumentar el número de personas y países que confían en la resiliencia, eficacia y fortaleza de los sistemas democráticos.
P.G- ¿A quién le recomendarías leerlo?
R.M- La idea principal del libro es explorar los principales relatos y narrativas que nos han llevado a pensar que nos sentimos peor informados, que los sistemas democráticos ya no son tan atractivos socialmente y establecer un punto de partida para salir de esa dinámica de incertidumbre y desconfianza.
Creo que es un libro que conecta con la percepción de un diagnóstico compartido en torno al momento actual y que puede plantear desafíos intelectuales e interrogantes comunes. El objetivo del libro no es tanto que el lector pueda obtener respuestas, sino que genere nuevas preguntas y matices sobre algunas cuestiones en ese lector.