El mundo de la comunicación y el periodismo ya no puede ser entendido al margen de la desinformación. La proliferación de las Fake News ha impregnado el tejido de las redes sociales hasta convertirse en un fenómeno de interés primordial para todo aquel ciudadano que pretenda informarse con objetividad.
Para comprender y aprender a combatir la desinformación Raul Magallón, (@raulmagallon), periodista y profesor de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, publicaba el libro: «UnfakingNews. Cómo combatir la desinformación». Con motivo de la traducción de este trabajo al portugués, aprovechamos la ocasión para volver a charlar con su autor sobre este fenómeno.
En opinión de Magallon, más que interés, vivimos un momento de «normalización de todos los procesos de desinformación en la esfera pública». No asistimos sólo a un fenómeno que afecta a la desinformación de carácter político, sino y quizá más importante, señala el autor, «a los bulos relacionados con la inmigración o la ciencia.»
Los bulos antiinmigración, destaca, resultan especialmente preocupantes ya que se utilizan como herramienta de difusión de una problemática y contribuyen a perpetuar un discurso xenófobo «que en la mayoría de ocasiones queda fuera del alcance de los medios tradicionales. Como consecuencia, este tipo de desinformación acaba afectando a la percepción que transmiten los medios sobre esta problemática. Es decir, la agenda que no aparece en los medios acaba influyendo en la percepción que tiene el público del tratamiento que hacen los medios de comunicación sobre la (in)migración.
Podíamos hablar de una agenda «below the radar» que inicialmente no es cubierta por los medios de comunicación pero que acaba influyendo en la manera que tenemos como ciudadanos de interpretar los mensajes sobre estas cuestiones que nos llegan de los propios medios.»
Muchos de los falsos rumores esparcidos alrededor del coronavirus nos acercan un ejemplo de «contenidos falsos con apariencia científica» que comparte muchos aspectos en común, apunta Magallón, «con la desinformación sobre política o con los movimientos migratorios». «En este sentido, los movimientos antivacunas, el terraplanismo, el negacionismo climático o las pseudoterapias han visto en los últimos años ventanas en el mundo digital para la amplificación de su discurso y para la captación de nuevos simpatizantes y militantes.
Uno de los desafíos de la comunicación científica es que los defensores de las conspiraciones y las pseudociencias pueden no solo rechazar la evidencia científica sino gastar recursos cognitivos para desacreditarlas.»
Entre las claves para abordar este escenario de la desinformación en nuestros días, destaca tres aspectos claves:
alfabetización mediática, contextualización de la complejidad de los fenómenos mediáticos y sociales y formación de la ciudadanía desde los medios de comunicación y las instituciones educativas.
El peligro de las Fake News pasa por su aparente simplicidad como suele suceder con «las tesis sobre conspiraciones que tienden a reducir la complejidad de la realidad para después explicar aspectos sociales o políticos significativos como tramas concebidas por individuos u
organizaciones poderosas.
En otras ocasiones, las informaciones falsas que tienen, en apariencia, carácter científico se propagan fácilmente por redes sociales porque el consumidor de información no puede contrastarla fácilmente ni sabe a qué fuentes fiables acudir».
En este sentido:
la batalla contra la desinformación no sólo está en detener su viralización, también está en la capacidad para generar de forma rápida dudas en los usuarios que hagan que éstos decidan no compartir una información no contrastada recibida previamente por fuentes de confianza.
Sobre la relación actual entre las Fake News y la calidad democrática de un país, Magallón señala:
«En los últimos años, a medida que se han ampliado las opciones políticas y se ha retrasado la decisión de voto, hemos visto cómo cada elección suponía la actualización automática del software de la desinformación y la incorporación automática de nuevas formas, narrativas y formatos a las diferentes estrategias de propaganda digital.
En cualquier caso, cada vez que hablemos de desinformación es importante recordar que ésta puede producirse por cuestiones económicas, por tribalismo y refuerzo de nuestros prejuicios, para intentar hacernos cambiar de opinión de forma camuflada o, sencillamente, para dividir. Por esta razón,
la alfabetización digital se ha convertido en una de las soluciones de consenso al problema de la desinformación por parte de gobiernos e instituciones. Una sociedad necesita confiar en sus instituciones para poder mejorar su propia calidad democrática.
Sobre el poder de la desinformación para manipular o alterar los procesos electorales destaca el cambio de paradigma en el que nos encontramos en donde las campañas electorales mas que persuadir a los votantes se han convertido en instrumentos muy eficaces para disuadir a posibles votantes e indecisos de ir a votar.
"La campaña de desinformación de mil millones de dólares para reelegir al presidente" https://t.co/7XBfEuyaOB
— Raúl Magallón (@raulmagallon) February 7, 2020
«El proceso del Brexit, la presidencia de Trump o la elección de Bolsonaro en Brasil han ayudado a ampliar el mantra –no solo electoral sino también teórico y conversacional- de la incomunicación, la desinformación y la polarización en la era digital. Esa es la primera gran batalla ganada por los
promotores de la cultura de las fake news, hacer que se hable de ellas como un todo difuso y con gran capacidad de influencia y manipulación.
Decía Malik que uno de los problemas actuales de la desinformación es que»
en el pasado, aquellos con poder manipularon hechos para presentar mentiras como verdad. Hoy en día, las mentiras a menudo se aceptan como verdad porque la misma noción de verdad se está fragmentando.
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