«Cualquier cuestión de debate en el ámbito de la vida pública, cualquier cuestión política, implica más una batalla por su distorsión que el intento de comprensión». Así define Raul Magallón, (@raulmagallon ), periodista y profesor de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, las características de la «nueva realidad» informativa a la que nos enfrentamos tras la irrupción de la Fake News.
Si en «UnfakingNews» nos hablaba de «Cómo combatir la desinformación» en «Desinformación y pandemia» Magallón nos ofrece una visión panorámica de esta nueva realidad, de sus procesos, de sus formas de distribución y de sus consecuencias entre las que, destaca:
La pandemia no sólo rompió nuestro relato sobre el futuro sino que, y quizá sea más importante, con el presente. Dejamos de controlar nuestro tiempo y con ello nuestras propias debilidades.
Las consecuencias de la desinformación son numerosas pero, sin duda, una de las más preocupantes implica que «los países con déficits democráticos pueden encontrar nuevas estrategias de influencia internacional a través de la desinformación. Por otra parte, más que creer en afirmaciones tremendamente falsas el problema es que haya mucha gente que empiece a no confiar en nada».
El aluvión de bulos diseminados durante la pandemia nos hace pensar la calidad de la información hoy en día. Estas corrientes de desinformación, afirma, no solo han llegado para quedarse, sino que posiblemente marcarán muchas decisiones de nuestro futuro más próximo. No se trata de responder a si estamos mejor o peor informados sino a que –paradójicamente- cuanto mejor informados estamos, más conscientes somos de nuestras limitaciones y, paralelamente, de que necesitamos que los demás estén mejor informados para que nuestro conocimiento individual pueda sernos útil.
Necesitamos umbrales de racionalidad y consenso en torno a la realidad para poder sentir que estar mejor informados tiene consecuencias positivas a nivel individual y social para nosotros.
En este nuevo trabajo detectamos algunas de las estrategias de normalización de los procesos de desinformación en la esfera pública y un buen ejemplo de ellas afecta al ámbito de la inmigración. En un contexto donde las dinámicas digitales permiten adaptar y viralizar la desinformación de manera rápida y coordinada, los bulos antiinmigración resultan especialmente preocupantes ya que se utilizan como herramienta de difusión de las divisiones culturales y políticas y contribuyen a instrumentalizar un discurso xenófobo que en la mayoría de ocasiones queda fuera del alcance de los medios tradicionales.
La agenda que circula fuera del radar de los medios sobre inmigración acaba influyendo en la manera en la que la ciudadanía interpreta los mensajes mediáticos y políticos.
El miedo ha sido uno de los catalizadores de la desinformación durante la pandemia y lo ha sido en muchos planos. El miedo al otro también se puede presentar como respuesta a la falta de control de nuestros miedos, afirma. Por otra parte, también se sabe que demasiada información genera incertidumbre. En este contexto, “los medios no te lo contarán”, se ha convertido en un mantra para establecer un contrato de confianza a partir de la desconfianza.
Y sin embargo, en medio de ese caos informativo que generan las fake news, Magallón no concibe que el periodismo esté en crisis, lo que está en crisis es su papel de intermediación de la esfera pública. Necesitamos poner en valor el buen periodismo, limitar los vectores de desinformación –también los periodísticos- y ser más críticos con aquellas voces políticas y mediáticas que dicen representar nuestro sistema de creencias pero que no tienen ningún problema en distorsionarlo para que sigamos mostrándoles un apoyo incondicional.
Algo que se debe tener claro en este contexto es que, más importante que la elaboración más o menos verosímil de cualquier bulo, son las ganas que se quiera tener de creerlos y difundirlos. Por otra parte, y a pesar de que la desinformación estratégica es importante, en términos cuantitativos es mucho más relevante centrarse en aquellas personas que comparten informaciones y contenidos falsos sin quererlo.
En medio de este panorama, lo medios se encuentran ante el reto crucial de redefinir su labor, de ahí, señala, la importancia de los verificadores, la alfabetización o las posibilidades de una posible regulación son cuatro ejes sobre los que debemos reflexionar.
Sin duda, el reto al que nos enfrentamos pasa de manera ineludible por la capacidad para generar de forma rápida dudas en la ciudadanía que hagan que ésta decida no compartir una información no contrastada.
Antes de hablar de cómo informarnos bien, tenemos que crear y pensar las herramientas necesarias para no sentirnos desinformados.
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