La criptografía, el software libre, organizaciones como Wikileaks o incluso el nacimiento de la factoría Appel; la historia de nuestra civilización digital está estrechamente ligada a la historia de los ‘hackers’.
Para acercarnos a las entrañas de la ética hacker Alberto Quian,
@AlbertoQuian, Doctor en Investigación en Medios de Comunicación y profesor en la @uc3m publica en Anaya Multimedia, (@Anaya_Multimed): «Civilización Hacker», un libro sobre el que charlamos en profundidad.
Si quieres hacerte con un ejemplar de este libro sólo tienes que retuitear (RT) esta entrevista para participar en el sorteo aleatorio que realizaremos entre los participantes.
PC -¿El título del libro: Civilización Hacker, es un intento de desvincular esa imagen del hacker como: «sinónimo de delincuente informático» y del hacktivismo como «un ismo terrorista»?
AQ -Así es. Esa es la idea principal del libro, demostrar que gobiernos, instituciones, empresas y medios tradicionales han cometido durante décadas un fraude semántico respecto a la palabra “hack” y todos sus derivados (hacking, hacker, hacktivismo…), de tal manera que han criminalizado una cultura y una ética, la hacker, cuyos principios nada tienen que ver con la delincuencia, con causar daño. Es un error histórico utilizar la palabra hacker para referirse a ciberdelincuentes, cibercriminales, cibermercenarios, etc., porque la propia comunidad hacker, los auténticos hackers, los rechazan. Robar datos personales privados o dinero, o dañar infraestructuras de comunicación y sistemas de información, por ejemplo, te sitúa fuera del espíritu y la ética del hacker, igual que el hecho de saber cómo introducirte en un sistema no te convierte en hacker; es la propia comunidad la que reconoce a los suyos. Pero esto sigue sin comprenderse y se ha generalizado el término para cualquier tipo de intrusión informática sin matices.
Por otro lado, cuando hablo de “civilización hacker” pretendo clarificar que aunque es en la informática donde se haya el principal manantial de la cultura y ética hacker, esta no solo se ciñe a la informática; el hacking se puede aplicar a cualquier campo creativo y de conocimiento, en el periodismo, en las matemáticas o en el arte, por ejemplo, y a cualquier artefacto, atribuyéndole usos no previstos y ampliando sus funcionalidades con modificaciones ingeniosas, por ejemplo, a una bicicleta, a un automóvil, a una lavadora… cualquier cosa.
Y, por último, el libro también pretende poner de manifiesto que, aunque tradicionalmente se ha inoculado en la sociedad una imagen negativa de los hackers, paradójicamente, estos han estado en el centro del desarrollo de una nueva civilización digital y en red. Las civilizaciones se definen por un conjunto de costumbres, ideas, valores, cultura, saberes, conocimientos científicos y técnicos, y por su organización y estructura social, que caracterizan a un grupo humano en un momento de su evolución. Pues bien, la historia nos demuestra que los hackers han contribuido de manera decisiva, desde finales de la década de 1950, a la configuración de una nueva civilización. Está perfectamente documentado que a la ética y cultura hackers debemos algunos de los más sustanciales y valiosos artefactos intelectuales de nuestro tiempo: Internet, la World Wide Web, la informática doméstica, las redes peer-to-peer, el impulso a la inteligencia artificial, el software y hardware libres, Linux, el RSS (Really Simple Syndication), WordPress, Wikipedia, las criptomonedas, navegadores seguros como TOR, aplicaciones de mensajería encriptada, las licencias copyleft y creative commons, la ciencia abierta, las redes sociales (evolución de las primeras comunidades virtuales en línea creadas en las décadas de 1980 y 1990 por hackers y hacktivistas mediante los Bulletin Board Systems) e incluso masificados productos de empresas hoy tan antitéticas a la ética hacker como Apple, cuyos fundadores formaron parte de la comunidad hacker.
Quiero decir con esto que, sin apenas darnos cuenta, sin ser conscientes de ello, estamos impregnados de cultura hacker, aunque no tanto de su ética, por desgracia, pero sí de muchos ingenios que usamos y son fruto de los valores hackers. Ahí radica la paradoja de la criminalización del hacker, cuyas contribuciones han sido decisivas en el desarrollo de la civilización digital. Me gusta poner como ejemplo la World Wide Web, la herramienta que democratizó y popularizó Internet y cuyo creador, Tim Berners-Lee, se ha reconocido como miembro de la comunidad hacker.
PC- Criminalizar el hacktivismo ¿crees que ha sido una estrategia premeditada para silenciar este movimiento?
A.Q- Absolutamente. Cuando, por ejemplo, el por entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton, en otra demostración más de sensacionalismo sobre el hacking, identificó en 1999, de manera falaz, a los hackers como una nueva amenaza ciberterrorista para la seguridad nacional equiparable a la del terrorismo, en general, y a la del bioterrorismo, en particular, declaró la guerra a los hackers y, especialmente, al emergente movimiento hacktivista de entonces, y contribuyó a distorsionar aún más la imagen y las esencias reales del hacking, en general, y del hacking político, en particular.
El hacktivismo es la manifestación política del hacking y, como tal, nació en la década de 1990 sentenciado ya por el poder ejecutivo, legislativo y judicial, pero también por el poder mediático, afanados en criminalizar el hacking desde la década de 1980, cuando se empezó a popularizar esta cultura. Como nuevo estadio evolutivo del hacking, el hacktivismo es una amenaza para las autoridades que pretenden mantener el statu quo. Porque el hacktivismo plantea un hack supremo, que es hackear el sistema, para hacerlo abierto, transparente, para que rinda cuentas ante los ciudadanos, para que las llamadas autoridades no conspiren y no dejen al margen a los ciudadanos, o para que se respeten los derechos humanos, categoría en la que, por cierto, el hacktivismo incluye el derecho a la privacidad del individuo y el acceso libre y universal al conocimiento, que son derechos que no se cumplen, pues vivimos bajo un régimen de vigilancia y control global, como se ha demostrado no solo desde el mundo hacker, también desde los campos periodístico y científico, y el acceso libre al conocimiento ha sido tabú y sancionado por los poderes que lo controlan y mercantilizan, de manera especialmente sangrante en la ciencia.
PC- ¿En qué pilares se asienta la ética hacker y cuál dirías que fue la aportación más significativa de WikiLeaks a este fenómeno?
A.Q- Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de Estados Unidos y presidente de esta nación, ya dejó escrito en 1813 que “las invenciones no pueden ser, por naturaleza, sujetas a propiedad”. En una hermosa analogía, decía que “aquel que recibe de mí una idea, recibe enseñanza para él sin que yo la pierda, al igual que quien enciende su vela con la mía recibe luz sin que por ello me oscurezca”. Y añadía algo aún más disruptivo: que las ideas “deben difundirse libremente de un lugar a otro del planeta, para la instrucción y mejora mutua de la condición moral del ser humano”. Pues bien, esta es toda una declaración hacker; esto es ética hacker.
Libertad de creación y exploración, libertad de expresión, libre información, acceso libre y universal al conocimiento y libertad para usarlo y compartirlo, bien común, cooperación y aprovechamiento de la inteligencia colectiva, uso responsable de la tecnología y antiautoritarismo son algunos de los principios hackers, que también han ido incorporando otros, como el derecho a la privacidad del individuo o la transparencia gubernamental. Y todo esto, como los propios hackers han defendido, siempre impulsado por un espíritu juguetón y explorador que se ejecuta con alegría, con la curiosidad y la pasión como motores.
Pero, sobre todos, creo que el principal pilar ético de la cultura hacker, por así decirlo, la norma de normas de la ética hacker, es que la información debe ser libre; no solo información como la entendemos los periodistas, sino cualquier información que sea útil y valiosa para la sociedad, incluida, por ejemplo, la valiosísima información que contiene un software, su código fuente (de ahí nace el movimiento por el software libre). Y es precisamente ese principio de libre información el que adapta y vigoriza WikiLeaks, al filtrar documentos secretos de Estado y corporativos, es decir, dándonos acceso al ‘código fuente’ del sistema que organiza y controla la sociedad y nuestras vidas. Y, lo más importante, enseñándonos cómo hacerlo, compartiendo su conocimiento para que periodistas de todo el mundo aprendan. Desde que WikiLeaks nos enseñó cómo acceder al ‘codigo fuente’ del sistema, han sido numerosas las filtraciones masivas de documentos secretos del poder político y económico que han publicado periodistas de medios convencionales de todo el planeta.
PC- Has colaborado como periodista en una de las filtraciones de WikiLeaks, invitado por esta organización para trasladar al aquellos secretos con los que se hizo. Este trabajo te permitió comprender la manera de operar de WikiLeaks, y así lo explicaste en el paper publicado recientemente en Empiria, titulado ‘‘Observación participante en una organización de filtraciones periodísticas: el caso WikiLeaks’. ¿Qué crees que deberían incorporar en sus dinámicas de trabajo los medios profesionales tras lo aprendido en esa experiencia?
A.Q- Para empezar, lo que ha hecho WikiLeaks es revitalizar y adaptar a nuestros tiempos el trabajo de los muckrakers, los periodistas ‘removedores de basura’ en Estados Unidos, a principios del siglo XX, que abrieron el camino al periodismo de investigación y de denuncia, un periodismo que, como los hackers, desconfía de la autoridad, del poder político y corporativo, que revuelve en su “basura” y que busca provocar reacciones y transformaciones. A partir de WikiLeaks estamos recuperando, actualizando y vigorizando la tradición del periodismo muckraker, aplicando ahora principios de la cultura y ética hacker y los ingenios tecnológicos de los que se vale. El periodismo muckraker ahora es hacker y dispone de alta tecnología digital y de redes de comunicación seguras para seguir removiendo la “basura” del poder. Y estamos aprendiendo a aplicarlo, tras las filtraciones masivas de WikiLeaks. Prueba de ello son, por ejemplo, las revelaciones de Edward Snowden en The Guardian y The Washington Post sobre el sistema de vigilancia orwelliano del Gobierno de Estados Unidos, o los Panama Papers, Paradise Papers y Pandora Papers, que han publicado de manera coordinada medios de todo el mundo agrupados en proyectos cooperativos, lo cual es fruto de las enseñanzas de WikiLeaks.
Lo que se ha estado incorporando en los últimos años al ejercicio del periodismo, gracias a WikiLeaks, y debería fomentarse más, es la aplicación de herramientas, técnicas y habilidades que aumentan las posibilidades de exploración del periodista y que aseguran un periodismo libre, al proteger al periodista en su exploración y a sus fuentes en sus comunicaciones; pero más allá de cuestiones técnicas, también se ha ido incorporando tímidamente el principio hacker de cooperación, de manera que periodistas y medios de cualquier sitio del mundo dejen de lado su competencia para colaborar entre ellos, y esto supone una auténtica disrupción.
Otro aspecto importante que habría que fomentar más es el de la transparencia periodística, en el sentido de que todos los documentos originales y datos en bruto probatorios de lo que se cuenta en el relato periodístico deben ser accesibles a los ciudadanos, para consultarlos, chequearlos con la información publicada y poseerlos, reutilizarlos… Pero también en el sentido de que la información periodística debe explicar la metodología que se aplicó, detallar cómo se diseñó y ejecutó el trabajo periodístico, para apuntalar su fiabilidad y credibilidad, y para que otros, como sucede en ciencia con el método científico, puedan reproducirlo, ampliarlo, adaptarlo e incluso refutarlo si se diese el caso. De hecho, Julian Assange llama a esto periodismo científico (no confundir con periodismo de ciencia o sobre ciencia), ya que sigue pautas del método científico.
PC- ¿Coincides con la afirmación de Alfonso Antonio Lopez Rodríguez cuando señala que: el «periodismo de investigación actualmente le debe mucho más a WikiLeaks o a las acciones de Anonymous que a la acción de los medios tradicionales»? ¿En qué punto dirías que se encuentran actualmente?
A.Q- Sí, aunque con un matiz: Wikileaks lo que nos propone es, desde un punto de vista técnico, un periodismo de filtraciones, que es una pata más del periodismo de investigación. Dicho esto, es obvio que la prensa convencional ha ido por detrás de WikiLeaks, a su rebufo, en la aplicación de este tipo de periodismo adaptado al ciberespacio y a la era digital. Es más, como decía antes, los periodistas aprendemos de WikiLeaks. Por otro lado, suscribo totalmente las palabras del profesor López Rodríguez cuando dice que WikiLeaks y hackers “están realizando la labor que se supone que los medios deberían cumplir”, que no es otra que desarrollar las herramientas de las que ya hemos hablado antes y aplicarlas para vigilar al poder y sacar a la luz su “basura”.
En cuanto a WikiLeaks, es cierto que ha perdido algo de protagonismo en los últimos tiempos, afectada por bloqueos económicos y la persecución judicial que sufre Julian Assange, pero lo más importante, su mensaje y sus enseñanzas, están vigentes.
Y los Anonymous parece que se han revitalizado en los últimos tiempos, especialmente con la guerra en Ucrania, si bien parece que entre algunos hackers y hacktivistas no está gustando la manera en la que están actuando en este conflicto. Hay quien dice que los Anonymous han perdido su esencia. Desde mi punto de vista, han cometido el error de declarar una “ciberguerra” a Rusia. Me explico con un ejemplo. Ya en 1999, en plena emergencia del hacktivismo, la llamada Coalición Internacional de Hackers, integrada por los grupos hackers más emblemáticos del momento, afirmó sobre las declaraciones de ciberguerra de algunos grupos hacktivistas: “Nos oponemos totalmente a cualquier intento de usar el poder del hacking para amenazar o destruir las infraestructuras de comunicación de cualquier país, por ninguna razón. Declarar la guerra contra alguien, cualquier grupo de personas o nación, es un acto totalmente deplorable. Lo único que hace es reducir al hacker al mismo nivel del grupo o país que está atacando. Esto no tiene ninguna relación con el hacktivismo o las éticas del hacker, y no es nada de lo que ningún hacker deba sentirse orgulloso”. Por lo tanto, Anonynmous, en este momento, estaría operando fuera del marco de la ética hacker y hacktivista al declarar una ciberguerra, que siempre tiene un carácter militarista.
PC- En tu experiencia y conocimiento del hacktivismo ¿qué papel crees que ocupa el contenido generado por el usuario?
A.Q- La comunidad hacker y hacktivista, al menos la rama más ‘pura’, ha desarrollado sus propios espacios de comunicación, sus propias herramientas y sus propios medios de información, interacción y cooperación, para compartir conocimiento y experiencias, y para generar sus propios contenidos y discurso, con la idea, principalmente, aunque no solo, de fomentar una inteligencia colectiva.
Lo radicalmente importante para los hackers no es ‘saber’ utilizar una herramienta con unas instrucciones de uso, sino acceder a las ‘tripas’ de esa herramienta para explorarla y comprenderla, para conocer lo que manejas y para tú poder modificarla y mejorarla a tu gusto, o para construir otras nuevas. Esto nos da una capacidad mayor a la hora de intervenir en el espacio público. Al enseñarnos cómo asegurar nuestras comunicaciones o cómo desarrollar herramientas y espacios de información y generación de contenidos alternativos y libres, están dotándonos de poder a los ciudadanos. Y así hemos visto un cambio de paradigma. Por ejemplo, a finales de la década de 1990 vimos cómo el hacktivismo desarrolló la red global de contrainformación Indymedia, con la que pudimos tener una versión distinta de la de los medios convencionales sobre qué sucedía en las masivas manifestaciones del movimiento antiglobalización, o mejor dicho, altermundista, de aquella época. En mi opinión, a Indymedia debemos, en buena parte, el desarrollo de lo que llamamos medios alternativos y periodismo ciudadano en las dos últimas décadas. Desde entonces, creo que empezamos a comprender que los ciudadanos, en general, y cualquier periodista independiente y honesto, en particular, puede competir con las grandes instituciones y corporaciones en la ‘guerra’ de la información y del relato, y en la generación de contenidos.
WikiLeaks también lo ha hecho, a su manera, empoderando a los ciudadanos. La exsoldado y exanalista de inteligencia Chelsea Manning, por ejemplo, se vio empoderada por un artefacto hacker (WikiLeaks) para revelar secretos y crímenes del Ejército de Estados Unidos; lo mismo Edward Snowden, cuando inspirado por el modelo WikiLeaks, decidió revelar los programas de vigilancia masiva del Gobierno estadounidense.
PC- ¿Crees que el encarcelamiento de Julian Assange o la persecución de figuras como Snowden han disuadido a otros hacktivistas de realizar filtraciones o acciones similares?
A.Q- No lo creo. Hemos tenido casos de acoso y persecución a hackers y hacktivistas desde la década de 1980, cuando se empezó a popularizar la cultura hacker, y no ha decaído, ha seguido evolucionando. La comunidad hacker, en su conjunto, ha demostrado una enorme resiliencia frente a la criminalización y persecución a la que ha sido sometida. La historia hacker demuestra que cada golpe a uno de los suyos es un golpe a la comunidad, y la comunidad es ‘sagrada’ en la cultura hacker, por lo que cada proceso judicial abierto a un hacker o hacktivista y cada condena a prisión han tenido un efecto paradójico y han avivado aún más el espíritu hacker. Desde tiempos tempranos, han denunciado con vehemencia abusos contra ellos y han prestado apoyo a los suyos. Por ejemplo, un caso muy sensible en la comunidad hacktivista que promueve el acceso abierto al conocimiento fue el acoso gubernamental, policial, judicial, corporativo y académico que sufrió Aaron Swartz, reconocido como una de las mentes más brillantes de la era Internet, considerado un héroe de la ciberlibertad. Su proceso judicial y su muerte causó conmoción en la comunidad hacker y hacktivista, también entre los movimientos por los derechos y libertades civiles en la Red, pero a la vez avivó el movimiento.
PC- ¿De qué manera dirías que las acciones de dos paradigmas del hacktivismo como son Anonymous y WikiLeaks han transformado la sociedad?
A.Q- Más allá de los contenidos secretos revelados y la sustancia de estos, el mensaje más claro y principal es que el poder político y económico han perdido su zona de confort, ahora es posible vigilarlos más de cerca, podemos introducirnos en el núcleo donde operan e interactúan esos poderes, fuera del alcance de los ciudadanos. Y esto lo transforma todo. En los últimos años hemos normalizado y hablado cada vez más de términos como transparencia, responsabilidad social, rendición de cuentas… Son pequeños pasos que vamos dando como sociedad. Y, sin duda, WikiLeaks, los Anonymous –al menos en sus inicios y en su configuración original– y los grupos de hackers y hacktivistas comprometidos con un modelo de sociedad abierta, justa, equitativa e igualitaria, han sido decisivos en esto.
PC- ¿Por qué afirmas que al periodismo no le queda otro camino que ser hacker?
A.Q- Por varios motivos. Primero, por algo que explica muy bien un mítico de la comunidad hacker, Eric Gordon Corley (conocido por su seudónimo Emmanuel Goldstein, editor de la revista hacker 2600): “Cualquier explorador decente debe tener un poco de espíritu hacker o acabará haciendo lo que hace todo el mundo y no descubrirá nada nuevo. Un buen periodista siempre debe dudar de lo que se le dice y pensar en maneras de evitar limitaciones para encontrar una historia decente. El espíritu hacker es una parte del espíritu humano y siempre lo ha sido”.
Por otro lado, porque la norma de las normas de la ética hacker es que la información debe ser libre, algo que debería ser asumido plenamente por el periodismo, como la totalidad de la ética hacker, no solo por sus valores afines, también por la parte técnica, por el uso y desarrollo que hagamos de herramientas cooperativas para mejorar y disfrutar la profesión, y de manera segura, por ejemplo.
Hay otro concepto que se puede aplicar al periodismo hacker, que es el periodismo científico del que hablaba antes, que promueve Julian Assange. Fíjate que el filósofo finlandés Pekka Himanen, en su obra ‘La ética del hacker y el espíritu de la era de la información’, precisó que la ética hacker es heredera de la ética científica, pues las teorías se desarrollan colectivamente, los fallos son percibidos por la potencia crítica de la comunidad y los resultados y logros se publican y comparten para beneficio de la comunidad, siempre referenciando las fuentes usadas. Pues bien, estos serían algunos de los principios que se podrían adaptar a lo que Assange llama periodismo científico. Pero también adapta al periodismo el pilar de la ciencia moderna, el método científico, como explicaba antes. Es muy interesante recordar, además, que Walter Lippmann pidió a los periodistas “espíritu científico”. Así que el periodismo hacker sería, en mi opinión, una suerte de híbrido de ética científica, ética hacker y ética periodística. ¿No es una maravilla?
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