Los ratones que atraparon al gato y conmocionaron al Kremlin

«We Are Bellingcat» relata los orígenes del equipo de detectives digitales que con investigaciones de código abierto han frustrado los planes de las agencias de inteligencia rusas.

Imagen Eliot Higgins en Flickr bajo licencia CC.

Por Amy Mackinnon

Eliot Higgins, fundador y director ejecutivo de Bellingcat, en su disertación en el festival tecnológico más grande del mundo, Campus Party, en Utrecht, Países Bajos, el 27 de mayo de 2016. Piroschka Van De Wouw / AFP a través de Getty Images

A fines de enero, mientras la gente salía a las calles en más de 100 pueblos y ciudades de Rusia para protestar por el arresto del líder opositor Alexey Navalny, un colega de Foreign Policy compartió un meme que circulaba en Twitter. Mostraba una hilera de tablas alineadas como fichas de dominó. La que servía de catalizador llevaba la etiqueta «Eliot Higgins desempleado, aburrido». La del final de la fila llevaba como título «El régimen de Putin en peligro».

Higgins, que hace una década era un joven que había abandonado la universidad con un apetito voraz por las noticias, no estaba precisamente desempleado, pero estaba aburrido. Atascado en un sombrío trabajo administrativo en Leicester, Inglaterra, Higgins se propuso hacer lo que sentía que los medios de comunicación tradicionales no estaban haciendo: llegar al núcleo de lo que realmente estaba sucediendo cuando estalló la Primavera Árabe. Buscó en las redes sociales y foros en línea nuevos fragmentos de información sobre la crisis que estaba en rápido ascenso en Siria, Yemen y Libia. Más tarde, pondría su mirada en Rusia, lo que culminaría con las explosivas revelaciones de este año sobre los fallidos intentos de Moscú de envenenar a su principal adversario, Navalny.

We Are Bellingcat (Somos Bellingcat: crimen global, detectives en línea y el audaz futuro de las noticias), Eliot Higgins, Bloomsbury Publishing, 272 pp., $25.20, Marzo 2021

We Are Bellingcat ofrece un relato de primera mano de cómo se instalaron esas fichas de dominó y cómo han caído hasta ahora. Es el relato en primera persona de Higgins de cómo su equipo de detectives digitales, que publica sus detallados hallazgos en línea, ha puesto en evidencia una y otra vez las mentiras del Kremlin, ha denunciado al escuadrón ruso que siguió a Navalny y lo envenenó, y ha demostrado el uso de armas químicas por parte del gobierno sirio. Es una historia de David y Goliat en la era digital, pero una que se basa en el uso de tecnología de vanguardia para obtener información de código abierto en lugar de una rudimentaria honda.

Como señala Higgins, ahora director ejecutivo de Bellingcat, en la introducción del libro, el auge de las redes sociales dio un vuelco inesperado al trabajo de investigación. Si bien obtener información sobre asuntos globales alguna vez fue competencia exclusiva de periodistas, diplomáticos y agencias de inteligencia que trabajaban con fuentes secretas, Internet hizo posible que los periodistas ciudadanos difundieran noticias sobre acontecimientos importantes sin tener que levantarse del sofá. El desafío en la era digital consiste en verificar el material relevante dentro de la vasta cantidad de información disponible en línea.

En 2011, cuando estallaron las protestas en Oriente Medio y el norte de África, Higgins se propuso separar la paja de las noticias falsas del trigo. Buscó nueva información sobre las batallas libradas y las armas utilizadas y luego la verificó utilizando referencias del contexto y fuentes abiertas. En su primer gran avance, Higgins logró verificar los rápidos cambios en las líneas del frente en la batalla entre las fuerzas de Muammar al-Qaddafi y los grupos rebeldes en la ciudad de Brega, Libia. Con un video de YouTube como punto de partida, Higgins dibujó en una oficina vacía en Inglaterra un rudimentario mapa de los movimientos rebeldes en una hoja de papel de impresora y luego señaló la ubicación exacta en Google Maps. “Esto fue rápido, y un descubrimiento. Con un pequeño cambio mental, es posible construir imágenes de video desde una perspectiva de arriba hacia abajo, minimizando la distracción de las tres dimensiones, transformando imágenes inestables en algo tan preciso como un mapa. A partir de ahí, se convirtió en un juego de encontrar las coincidencias”, escribe.

Tres años después, Higgins y un equipo de voluntarios fundaron Bellingcat, que lleva el nombre de la clásica fábula de los ratones que le colocaron un cascabel al gato que los atormentaba, y se pusieron serios. El 17 de julio de 2014, tres días después de la fundación de Bellingcat, un avión de pasajeros de Malaysia Airlines fue derribado por un misil Buk de fabricación rusa sobre el este de Ucrania, sin dejar sobrevivientes. Mientras los medios estatales rusos se pusieron a trabajar en la elaboración de teorías conspirativas sobre el accidente, la historia de cómo una banda heterogénea de separatistas ucranianos llegó a estar en posesión de un poderoso misil ruso se convirtió en la primera investigación de gran importancia para el equipo de Bellingcat y para Aric Toler, quien luego supervisaría las investigaciones del grupo en Europa del Este. Los investigadores de Bellingcat cotejaron fotos de prensa, videos que estaban disponibles públicamente y publicaciones en redes sociales para rastrear el viaje del misil Buk desde Rusia a Ucrania. Higgins sabía que señalar con el dedo a Moscú era un paso arriesgado, pero tenía las pruebas.

“Al publicarlo en Bellingcat, estaríamos formulando serias acusaciones contra Rusia, una gran potencia mundial cuyo liderazgo actual muestra tanto una propensión a la guerra de información como a la violencia”, escribe Higgins.

Desde sus inicios, Bellingcat ha desafiado las definiciones: es en parte periodismo, en parte investigación de delitos. Higgins lo llama una «agencia de inteligencia al servicio de la gente». El uso de fuentes abiertas por parte de los investigadores y los métodos pormenorizados que acompañan a cada investigación permiten a cualquier persona interesada seguir las huellas de los investigadores, mientras la confianza del público en los medios tradicionales, y su dependencia de fuentes anónimas, se está debilitando.

Pero en más de una forma Bellingcat va donde los medios no llegan. Bellingcat y su socio ruso, The Insider, en los últimos años han cruzado lo que durante mucho tiempo se ha considerado una línea roja para los periodistas: pagar por bases de datos en el próspero mercado negro ruso de la información filtrada. Esto ha abierto nuevas fronteras en las investigaciones de Bellingcat, permitiéndole identificar a los envenenadores de Navalny y Sergei Skripal, el exespía ruso envenenado en Salisbury, Inglaterra, pero también ha abierto nuevos dilemas éticos, que Higgins enfrenta en su libro. El lunes 1 de marzo, los medios rusos informaron que investigadores de San Petersburgo estaban investigando las acusaciones de que un oficial de la policía local había vendido los datos de los pasajeros del vuelo en el que viajaba Navalny cuando se enfermó por primera vez en agosto pasado, la primera señal de una inminente represión contra el tráfico de información que ha permitido algunos de los avances recientes de Bellingcat.

Las habilidades en el uso de código abierto en las investigaciones de Bellingcat están sirviendo de ejemplo al New York Times y a organizaciones de derechos humanos. El grupo organiza periódicamente talleres para capacitar a más personas en el uso de habilidades de investigación de código abierto. Pero al igual que muchos de los pioneros digitales que lo precedieron, en el libro Higgins no reflexiona sobre cómo evitar que esas herramientas se utilicen para el mal. Si los grupos de extrema derecha o los gobiernos autoritarios reunieran las habilidades y la determinación de los expertos de Bellingcat, el resultado no sería nada agradable.

Pero Higgins aún no ha terminado y no se limita a exponer delitos. Su siguiente paso es establecer un plan para enfoques basados en el uso de código abierto en las crisis del futuro, comenzando con el conflicto en Yemen, donde la lucha entre los rebeldes hutíes respaldados por Irán y las fuerzas gubernamentales respaldadas por la coalición liderada por Arabia Saudita ha ayudado a crear la peor crisis humanitaria del mundo. Bellingcat ha utilizado técnicas de vanguardia, como el software Hunchly, que registra cada clic que hacen sus investigadores, lo que posibilita que los fiscales que examinen atrocidades en el futuro puedan volver sobre sus pasos fácilmente. En esta colaboración con la Red Global de Acción Legal, el objetivo es categorizar y verificar las imágenes del conflicto, creando un tesoro de información que permita consultarlo para ser usado en futuras investigaciones, incluso en La Haya, donde Higgins es miembro de la Junta Asesora de Tecnología de la Corte Penal Internacional.

“Los fiscales que trabajan en casos de crímenes de guerra podrían tener acceso a las pruebas reunidas y preservadas según los estándares judiciales. Con solo oprimir algunas teclas, se ahorrarían años de investigación”, escribe Higgins.

Al igual que el trabajo de Bellingcat, este libro va directo al grano y es fascinante. Es un bálsamo para el alma de cualquiera que se haya cansado del caos provocado por las redes sociales y un recordatorio oportuno de que, en las manos adecuadas, Internet aún puede ser una fuerza asombrosa para el bien.

Amy Mackinnon es reportera de inteligencia y seguridad nacional en Foreign Policy. Twitter: @ak_mack

Esta entrevista deAmy Mackinnon publicaba en Foreign Policy ha sido traducida por Juan Arellano, para Periodismo Ciudadano.

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