Víctor Sampedro: «El periodismo de denuncia, un deber social, distribuido, ejercido por cualquiera»

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La revolución de las redes sociales, la tecnología y la telefonía móvil han generado un nuevo panorama mediático en el que la antigua audiencia pasiva se ha convertido en productora de información. La posibilidad de generar contenido a través de un dispositivo móvil, unido a la crisis de la prensa y del modelo de negocio en el que se había sostenido hasta el momento, ha dado lugar a un nuevo campo de posibilidades a la hora de entender el periodismo en la era digital.

El Cuarto Poder en red. Por un periodismo (de código) libre, es el título del nuevo libro de Víctor Sampedro, Catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, en el que nos encontramos frente a una defensa del periodismo en el que la información se convierte en un bien común, autogestionado por ciudadanos «de alta intensidad política y comunicativa».

Esta es la primera parte de la entrevista que realizamos con Sampedro, en la que nos da algunas pistas para entender este trabajo en el que Internet se configura como una herramienta y un espacio para regenerar la democracia, o acercarnos a modalidades tan interesantes como el «periodismo científico»o el «periodismo de filtraciones»:

PC- Cómo definirías brevemente qué es este «Cuarto poder en Red» al que apelas constantemente en tu libro.

VS- La ciudadanía es el sujeto comunicativo por excelencia. Puede usar con autonomía sus ordenadores, móviles, tabletas como medios de comunicación en potencia. Es decir, puede cobrar protagonismo público siguiendo sus propios fines e intereses. Por eso el periodista es más necesario que nunca: cataliza y estimula el control de los abusos de poder. El periodismo de denuncia se convierte así en un deber social, distribuido, ejercido por cualquiera. Es un Cuarto Poder en Red, impulsado por el periodista y la comunidad a la que sirve. Juntos generan un flujo de contrapoder mancomunado: información como bien común, compatible, pero nunca supeditada al negocio o al Estado. En todo caso, dependiente del público que lo sostiene con su dinero, filtraciones y debates.

PC- Qué papel juegan los «hactivistas» en este nuevo contexto social y los ciudadanos de a pie, en los nuevos medios de comunicación?

VS- El hactivista ha pasado a ser modelo de militante político (véanse los nuevos partidos en red) y de periodista (véanse los formatos que, como el hactivismo, ligan la noticia a las comunidades afectadas, las convocan a colaborar y les dan voz). El ciudadano ya no es un receptor de contenidos cerrados en un dispositivo fijo (la noticia sin comentarios de un periódico impreso). Somos interlocutores, con pleno derecho a iniciar debates o reconducirlos, transformando a los actuales representantes (políticos o periodistas) en delegados de una asamblea que materializa el cemento social de toda democracia: el debate abierto y plural.

libro-victorPC- En tu libro señalas: «Los ciudadanos con sus dispositivos digitales, liberan información, la procesan y la debaten con una autonomía aún no reconocida» ¿A qué crees que se debe esta falta de reconocimiento, así como la constante desacreditación de fenómenos imparables como el del periodismo ciudadano?

VS- Quien crea que compramos periódicos, vemos o escuchamos noticiarios callados, y luego votamos para volver a callar, no entiende nada. No ya de lo que ocurre ahora, sino desde hace mucho tiempo. Internet está llamado a ser el medio de medios. De hecho, hemos generado una atmósfera digital que ya habitamos. Nos rodea de forma ubicua, en todo momento y lugar. Ahí generamos contenidos o los difundimos, aportamos valor de la información. No solo consumiendo, sino participando en (re)creaciones que no tienen traducción monetaria inmediata, pero sí un enorme valor inmaterial. Las noticias son filtradas, compartidas, debatidas, depuradas, completadas, contextualizadas en blogs, redes sociales…. Es el público activo el que aporta credibilidad: el único capital del que, en realidad, vive un periodista (obviamente, una vez asegurado el pan de cada día). Podemos volver sobre ello, pero no damos con nuevos modelos de negocio porque en lugar de la subsistencia (o sostenibilidad, como dicen ahora) se busca el máximo lucro inmediato: «pelotazos», luego llamados «burbujas» y, que todos hemos aprendido a ligar al fraude y la corrupción.

PC- Una de las «expresiones informativas de mayor trascendencia hasta el momento, de este Cuarto Poder en Red es WikiLeaks. Assange, Manning y Snowden son tres activistas especialmente importantes en este libro, ¿por qué?

VS- Por orden de aparición en el relato, Manning es el hacktivista, que actúa como ciudadano ejemplar. Filtró el horror del que era testigo de forma exhaustiva e incontestable. Aportó los registros completos que la historia oficial negaba. Y además asumió las consecuencias de sus actos, buscando en su encierro mayor libertad. Exigió, mientras durase, poder adquirir un cuerpo femenino. Hackeó al Pentágono y se hackea a sí mismo. Desobedeció la autoridad indigna movido por un mismo afán de coherencia con sus principios. Se transforma a sí mismo, al tiempo que a la sociedad en la que vive. Nos enseña la lógica de un ciudadano digital consecuente, llevándola hasta sus últimas consecuencias. Libero los datos y archivos digitales que sostienen las decisiones erradas de un poder ilegítimo: 10.000 muertos debajo de la alfombra y dos de cada tres, que no correspondían a terroristas ni combatientes enemigos. Eran civiles en Irak y Afganistán.

WikiLeaks es el primer prototipo de un medio verdaderamente global. Nadie como ellos impactaron antes las agendas de la prensa de referencia de todo el mundo. Pusieron al servicio de cualquier habitante del planeta la posibilidad de denunciar al poder de forma impune. No hay pruebas materiales de la filtración de Manning. Assange es un experto en encriptación, que vino a decirle al periodismo que se había transformado en relaciones públicas. Le mostró que en el siglo XXI debía colaborar con los públicos más empoderados, con mayor poderío técnico y ético, en la Red. La máxima expresión de ello son las macro-filtraciones. Si llegásemos a comprender su alcance, nos permitirían (re)escribir la Historia desde abajo. Entre todos y todas, casi en tiempo real.

Snowden, por su parte, es un ejemplo máximo de tecnociudadano: un trabajador digital con una competencia técnica y valores éticos superiores a los de sus jefes. Son los únicos que no saben que aún trabaja para la NSA. Las filtraciones son necesarias. Muchas veces se toleran para contrarrestar la acumulación de poder no fiscalizable y potencialmente totalitario, como es el caso. Pero Snowden actuó sin consentimiento. Nos avisa de que la máxima de WikiLeaks (igual que la moraleja del cuento de Andersen) se ha invertido: el emperador va acorazado y el pueblo, desnudo.

Estos tres individuos elevaron los estándares de una ciudadanía digital. Son nativos digitales que no están dispuestos a renunciar a la Red neutral. Nacieron con ella, ayudaron a construirla y ahora la defienden. Precisamente contra un Obama que llegó a la Casa Blanca prometiendo el Gobierno Abierto y ha acabado como Emperador de la NSA. Pudieron haber sido los iconos de una ciudadanía dispuesta a reinventar la información de nuestro siglo, junto con los medios y periodistas profesionales. Pero, en lugar de colaborar con ellos; primero, se les parasitaron; después, les estigmatizaron; y, finalmente, pretenden que les olvidemos.

PC- Al igual que se criminalizó la actuación de estos tres activistas se está criminalizando la cultura libre y el intercambio de conocimiento en la Red.

VS- Pues sí, las acusaciones se vuelven en el libro contra quienes se las dirigieron sin ningún fundamento; todas al mismo tiempo y a pesar de ser contradictorias, falsas y falaces. Les tacha(ro)n de terroristas, ladrones y espías. Pero los verdaderos terroristas son quienes han minado nuestro régimen de libertades en nombre del anti-terrorismo e impedido que Manning o Snowden puedan encabezar campañas de protesta y desobediencia civil; tal como denuncian sus predecesores en la lucha contra la guerra de Vietnam. Nunca vendieron, sino que regalaron, documentos de enorme valor en el mercado negro. Y les llaman ladrones quienes ponen barreras a los datos que costeamos, lo ocultan a nuestras espaldas e impiden su difusión. Privatizan los informes y archivos de interés público que financiamos. Y extraen nuestros perfiles de datos digitales, para usar esa ingente información (secretos oficiales y grandes datos) en beneficio propio, sin garantía alguna de servir a los intereses sociales. Quienes nos espían no son Al Qaeda ni el ISI, mucho menos WikiLeaks, sino la industria digital y toda administración que se lo pueda permitir. Lo hacen en comandita, para estimular demanda y controlar la oferta, ya sea política o mediática.

Puedes consultar aquí la segunda parte de esta entrevista.

Imagen: Iosune Garayoa, bajo licencia CC.

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