Occupy Wall Street y el control de la información en la era digital

En los últimos días, las principales concentraciones del movimiento Occupy en diferentes ciudades de Estados Unidos fueron disueltas por la policía, en lo que parece haber sido una estrategia coordinada entre los alcaldes de esas ciudades. Las manifestaciones ciudadanas molestan al poder. Pero molestan porque sus protestas tienen difusión, porque esas voces ciudadanas son escuchadas en muchos otros lugares, más allá del estricto espacio físico donde se realizan las concentraciones.

Muchas veces escuchamos eso de que «todo es política», una expresión con la que pretenden involucrarnos en el sistema político dominante, hacernos partícipes necesarios de él. Pero nunca nos explican que en realidad «todo es información», que sin ella no resulta posible que nos formemos opiniones libremente o con la misma libertad tomemos decisiones cruciales para nuestras vidas, también en el terreno de lo político.

El poder lo sabe, aunque en lugar de garantizar para sus respectivos ciudadanos una información libre y plural pretenda a menudo secuestrarla o manipularla. Desinformar, en definitiva, para preservar sus intereses. Por eso en los círculos de poder no puede aceptarse de buen grado el periodismo ciudadano. Las democracias han de consentirlo –no les queda otra opción– al tiempo que intentan contrarrestar su efecto con la desinformación que, desgraciadamente, parte de los medios tradicionales acceden a difundir.

En este contexto se han desarrollado movimientos ciudadanos como los de la Primavera Árabe o el 15M, y ahora también las protestas, ya extendidas a todo Estados Unidos, que se iniciaron con Occupy Wall Street.

El movimiento Occupy es, en estos momentos, el mejor exponente de la necesidad y relevancia del periodismo ciudadano. Buena parte de la información que sobre sus acciones nos llega es la que los mismos ciudadanos adscritos al movimiento difunden, y ya desde sus inicios han surgido polémicas sobre el sesgado tratamiento –o incluso su ausencia– que a la información sobre las protestas se ha dado desde los medios tradicionales estadounidenses.

Como ejemplo de ese despliegue de información ciudadana, este vídeo en el que puede verse como decenas de ciudadanos graban con sus móviles, iPads o cámaras tradicionales una actuación policial:

Imagen de previsualización de YouTube

¿Cómo impedir que esos ciudadanos capten lo sucedido y lo compartan en la Red? Es imposible. ¿Cómo contrarrestar el efecto de esas informaciones? Con la desinformación a la que se presten los medios profesionales, como decíamos, para intentar desacreditar el material ciudadano difundido y resaltar aspectos negativos del movimiento.

Aunque hay una tercera opción que, por impensable que parezca, se intenta llevar a cabo en el entorno de Occupy Wall Street. Una opción sencilla y tradicional: prohibir informar.

Nueva York ya ha visto cómo la policía impedía a los reporteros el paso a las zonas de concentración o incluso cómo esa misma policía no tenía reparos en arrestar a algunos periodistas, algo ya de por sí peculiar en la primera democracia del mundo. Pero la alcaldía de la ciudad defiende lo correcto de esos arrestos aferrándose a la nueva arma de la policía para silenciar a los reporteros, el pase de prensa.

Un portavoz de la alcaldía manifestaba que los reporteros arrestados no estaban debidamente acreditados. Y seguramente ha de llevar razón, porque las disposiciones de la policía neoyorquina para conceder un pase de prensa son realmente kafkianas: para obtenerlo hay que acreditar que el reportero ha cubierto personalmente al menos seis sucesos en días separados durante los dos años anteriores.

Esto deja fuera de la posibilidad de obtener el pase a buena parte de los reporteros, nuevos medios, etc. Y además –y aquí lo kafkiano–, ¿cómo se obtiene por primera vez un pase que te permita cubrir los seis sucesos necesarios para obtener el pase?

Es de locura, sí. Pero es también una buena muestra de hasta donde es capaz de llegar el poder para intentar silenciar la información cuya difusión no le interesa.

Un esfuerzo inútil por otra parte, sobre el que reflexiona Mathew Ingram en GigaOM, en un artículo que concluye así:

Entonces, ¿cómo se ve el mundo cuando el periodismo está en todas partes? Estamos empezando a descubrirlo. Y si bien puede ser una perspectiva aterradora si usted es una empresa tradicional de los medios de comunicación, hay motivos para ser optimistas si usted está interesado en las noticias. Un mundo donde todos somos periodistas puede ser un poco más caótico y un poco más complicado que aquel al que estamos acostumbrados, pero también será un poco más libre, y esto es claramente algo bueno.

Guste o no guste, en esta nueva era digital resulta imposible –sin legislaciones que traspasen los límites de la democracia– controlar a cada ciudadano en cada momento para censurar la información que pueda difundir. Una información –resumida en la expresión periodismo ciudadano– que ya se ha mostrado imprescindible como defensa ante el vacío o la manipulación de las noticias tradicionales.

Imagen | Flickr de EvilJes

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