Incentivos para el periodismo ciudadano: el trabajo en las escuelas sudafricanas

Muchos y diversos pueden ser los motivos por los que los ciudadanos deciden involucrarse en tareas informativas dentro de lo que se conoce como periodismo ciudadano. Un sentido del deber cívico, el mero afán de protagonismo, el ver su foto publicada en la portada de un gran medio…

Cuales sean esas motivaciones, a menudo la recompensa por su trabajo se limita al reconocimiento dentro de un reducido círculo de amigos o lectores de un medio ciudadano, muchas veces hiperlocal.

Incluso cuando el contenido generado por los usuarios es de gran calidad y puede ser reconocido como una buena pieza de periodismo, el riesgo de decepción en relación con esa recompensa es elevado. Y también en el mundo de los blogs son altos los índices de desgaste, con sólo un pequeño grupo de bloggers reconocidos que mantienen con regularidad sus weblogs y pueden hablar de ver recompensada, en cualquier forma, su tarea.

Toda esta cuestión de los incentivos, reconoce Harry Dugmore, de la School of Journalism and Media Studies de la Rhodes University, fue muy tenida en cuenta en la preparación del proyecto Iindaba Ziyafika en Grahamstown, Sudáfrica.

Ese proyecto construye plataformas para los contenidos generados por los usuarios y el periodismo ciudadano,  y está formando a cientos de niños en edad escolar sobre el uso de la tecnología SMS para contribuir con sus temas, opiniones, noticias, informaciones, fotos…

¿Pero cuánto de lo aprendido -se pregunta Dugmore- seguirá dando frutos después de esa formación? ¿Qué hará que esos escolares, nuevos usuarios, deseen seguir contribuyendo con sus contenidos? ¿Y cómo, en comunidades faltas de recursos, se podrán contrarrestar los efectos desincentivadores financieros, los costes de transmitir esas informaciones, para ir creando una esfera pública conectada?

Dos tipos de soluciones surgieron dentro del equipo del proyecto para abordar esas cuestiones. Una educativa, con el objetivo de preparar el terreno para una mayor participación cívica a través de los medios de comunicación. La otra, de compensación e incentivación. Ambas, según Dugmore, están presentando dilemas interesantes.

La cuestión principal, en términos de «contexto social» o «receptividad» pública, es cómo los jóvenes interesados en el periodismo ciudadano, en la generación de contenidos, lograrán que sus voces sean escuchadas. Y hay una cuestión previa a ésta: si existe ya un interés innato que sólo necesita ser animado o es necesario crear ese interés y darle naturaleza.

Por la experiencia del proyecto en 2008, parece que sólo una parte de los alumnos en las escuelas locales están interesados en participar en el periodismo, en crear medios. Y que sólo un pequeño subconjunto de este grupo de interés va a estar realmente entusiasmado y será razonablemente competente para seguir adelante.

Para impulsar a este grupo, se han creado «cell phone media clubs» en todas las escuelas secundarias en Grahamstown, a partir de cuatro escuelas de bajos recursos y, finalmente, ampliando para incluir a los centros de mayores recursos, incluso las escuelas privadas. Estos clubes estarán abiertos a todos los alumnos en los grados 10 y 11 del sistema escolar sudafricano, pero se ha decidido establecer un criterio de selección basado en un cuestionario y un breve ensayo.

Dentro de esos clubes, que  comenzarán sus actividades en abril, se harán diferentes cosas, como excursiones a los medios de comunicación locales y regionales -salas de redacción, estudios de radio y televisión, generadores de contenidos web-, y tareas de formación y educación en áreas como el contexto de los medios de comunicación en Sudáfrica, lo que los medios aportan a la sociedad, cómo escribir una noticia y cuál es la diferencia entre noticias y opinión… Y se generarán debates y talleres de perfeccionamiento en torno al periodismo celular y la generación de contenidos para los medios.

El anuncio de la creción de esos clubes ya ha provocado una avalancha de interesados en participar. Aunque, como admite Dugmore, no saben muy bien si por un interés real en lo que se hará en los clubes o por asistir a las excursiones y conseguir unas gorras y camisetas que aunque nadie ha prometido ya parecen seguras en los rumores escolares. Así que posiblemente en un principio los resultados sean engañosos, y la prueba del éxito se verá con el desarrollo de las actividades de los clubes, la cantidad de alumnos que continúen participando y el material que éstos produzcan.

Con todo, ya es más de media batalla conseguida el permitir a la gente a que descubra que su voz es importante. Con ese grupo de alumnos, seleccionados por su curiosidad, el interés por la tecnología y el sentido de deber cívico, el proyecto cree poder crear un ambiente en las escuelas de Grahamstown para hacer del periodismo ciudadano -y la generación de contenido que se amplía a la esfera pública e impulsa el debate- una posible actividad que mantener con regularidad. No se trata sólo de lo que los miembros de los clubes hagan: el objetivo final es que sean el catalizador para que todo el mundo en sus escuelas pueda tomar iniciativas similares.

Mientras tanto, los responsables del proyecto siguen pensando mucho acerca de qué incentivos funcionarían mejor -si en efectivo, en tiempo de emisión, premios, certificados…- para empezar a generar un montón de periodismo ciudadano una vez que los alumnos abandonen los clubes.

Vía | Media Shift Idea Lab

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