
“No quiero que el mundo nos olvide”, decía Yaqeen Hammad frente a la cámara de un teléfono móvil mientras entregaba juguetes a otros niños en un campo de desplazados. Tenía 11 años y una determinación poco común para su edad. Esta semana, su voz se apagó tras un ataque aéreo israelí que impactó la zona de al-Baraka, en Deir al-Balah, en el norte de la Franja de Gaza, según confirmó The Guardian.
Yaqeen no era periodista profesional. Era una niña con una cuenta de Instagram y el propósito de mostrar al mundo cómo sobrevivían los menores en medio del conflicto. Junto a su hermano Mohamed, voluntario en una ONG humanitaria, recorría campos de refugios improvisados repartiendo ayuda y grabando vídeos donde mezclaba esperanza, dolor y resistencia.
Israel mata a Yaqeen Hammad, de once años.
— Almudena Ariza (@almuariza) May 28, 2025
La activista más joven de G*za.
En redes sociales compartía vídeos que documentaban su trabajo voluntario en escuelas, comedores sociales y organizaciones benéficas.
Más de 17.000 niños asesinados por Israel. pic.twitter.com/3GdebM8YfW
La joven formaba parte del colectivo Ouena, una ONG palestina que ofrece asistencia directa a personas desplazadas por el conflicto. En su corta vida, participó en numerosas campañas humanitarias, llevó ropa y alimentos a familias vulnerables y compartió consejos para sobrellevar la guerra. Entre sus vídeos podemos descubrir: cómo protegerse durante un bombardeo, cómo conservar alimentos o cocinar sin electricidad.
Su historia, aunque desgarradora, es también un recordatorio del poder del periodismo ciudadano. En escenarios donde los medios internacionales tienen acceso limitado o no pueden verificar lo que ocurre en tiempo real, las voces de la ciudadanía son vitales. Personas como Yaqeen —niñas, madres, médicos, voluntarios— se convierten en cronistas de lo que otros no pueden ver o no quieren contar.
Desde el inicio de la ofensiva militar en Gaza en octubre de 2023, más de 16.000 niños han muerto, según datos del Ministerio de Salud de Gaza recogidos por Al Jazeera. La cifra da cuenta de la dimensión del horror, pero también subraya la urgencia de escuchar las voces que siguen resistiendo desde dentro.
Yaqeen formaba parte del colectivo Ouena, una organización sin ánimo de lucro dedicada a brindar asistencia a las familias desplazadas en Gaza. Junto a su hermano, entregaba alimentos, ropa y juguetes, llevando alivio a quienes lo habían perdido todo. Su presencia en redes sociales, donde acumulaba más de 100.000 seguidores, se convirtió en una fuente de inspiración y consuelo para muchos.
La pérdida de Yaqeen no es solo la muerte de una niña: es la pérdida de una narradora de su tiempo, de una testigo que decidió, aún con miedo, informar desde la primera línea. Su memoria nos obliga a reflexionar sobre la responsabilidad de proteger y amplificar esas voces ciudadanas que, en los márgenes de la guerra, sostienen el derecho a saber.
Para conocer más sobre la labor de Ouena y cómo apoyar sus iniciativas, se puede visitar su sitio web oficial aquí.