Curación es un término de actualidad y de relativamente reciente irrupción en el universo de la publicación de contenidos. Y como toda novedad que encuentra su lugar —el periodismo ciudadano aún lo sigue sufriendo— no solo tiene sus detractores sino también sus entusiastas, entre los cuales hay quienes desvirtúan el concepto original para apuntarse al carro de la modernidad.
Hoy se multiplican los curadores de contenidos, los periodistas ciudadanos o los community managers. Que muchos de ellos dificilmente pudieran ser considerados como tales de manera estrictamente objetiva poco importa. Los críticos aprovecharán esa confusión para armar sus argumentos.
Pero más allá de ese ir y venir de razones que nada aportan y a ningún lugar conducen, hay gente investigando y trabajando para que esas nuevas funciones que emergen en la comunicación digital no solo tengan su hueco sino que también complementen y mejoren lo existente.
Steven Rosenbaum, CEO de la plataforma de curación de contenidos Magnify.net, escribe en Columbia Journalism Review en respuesta a críticos como Richard Lawson, que así opina sobre el término «curar»:
Es un término del que se han apropiado que solía significar algo bueno —poner las cosas bellas e interesantes en un museo— pero que ahora indica una técnica para reunir contenido preexistente y compartirlo con lectores, seguidores o quienquiera que sea. En otras palabras, enlazar. Es un término muy rimbombante para algo que muchos de nosotros hacemos todos los días, en Facebook y Twitter. Compartir enlaces no es una habilidad especial, pero los autodenominados curadores, que saltaron al poder en 2012, están efectivamente afirmando que lo es.
Lógicamente, Rosenbaum no puede estar de acuerdo:
La sobrecarga de información impulsa a los consumidores de contenidos a buscar material filtrado por humanos, investigado por periodistas, intelectualmente relacionado. Esta necesidad de coherencia no es irrazonable, es esencial. Y para algunos de nosotros que pensamos y escribimos todos los días, recogiendo pedazos de hilo que luego puedan ser elegantemente tejidos en una narración reflexiva no es hacer trampa o ser perezosos. Ni mucho menos. Curar es en muchos aspectos más difícil que escribir (por lo menos una buena curación). Es mucho más fácil para mí escribir 500 palabras que salgan de mi cabeza que encontrar temas y fuentes y reunirlos en una narrativa más amplia.
Para Rosenbaum, un problema lo representa esa tergiversación conceptual de la que hablábamos antes. Y por eso aporta su definición de lo que es la curación:
El origen de curación fue crear un término para una práctica que ha surgido en los últimos dos años para filtrar el exceso de señal y crear colecciones de material de calidad, reflexivas y organizadas por humanos. La necesidad más urgente era curar el contenido web, donde la búsqueda por algoritmos estaba cayendo más y más trás el aluvión de datos que surgían de dispositivos digitales, teléfonos móviles con vídeo, aplicaciones para Twitter y entusiastas amigos de Facebook. Los curadores editoriales crearon obras totalmente nuevas mediante la búsqueda, el filtrado y la contextualización —encontrando significado en la Nube.
«La curación, en su forma más pura, soluciona un problema y responde a una necesidad cada vez mayor» —afirma Rosenbaum. Y termina explicando por qué es también una buena cosa para el periodismo:
Todo esto hace de la curación una parte importante, incluso esencial, del periodismo. El mundo está inundado de datos sin sentido. Los lectores están ávidos de claridad y comprensión. Y los periodistas están entrenados para encontrar el significado y reunir los hechos de forma coherente. […] La curación de calidad, dentro de un contexto periodístico, es una cosa maravillosa.
Imagen | Flickr de Stefano Maggi bajo licencia Creative Commons