Gratificaciones de los medios

Los medios. Los «órganos destinados a la información pública». Esa parte de nuestra vida que nos informa y nos mantiene al corriente de la situación, que nos entretiene y nos transmite una serie de vivencias y culturas. Esa que por lo tanto cubre una necesidad imperiosa de todos los seres humanos.

Cada persona es un mundo. Y esta subjetividad hace más complejo si cabe el proceso comunicacional que existe entre emisor y receptor. El medio emite un programa que debe llegar a una vasta cantidad de gente, pero mucha se queda por el camino. Los gustos, edades, sexo o ideologías hacen que dicho proceso sea un tanto controvertido. Harold Lasswell lo describe mediante la respuesta a las simples preguntas de ¿Quién dice qué, en qué canal, a quién y con qué efecto? Y es que cualquiera de estas respuestas da lugar a un enrevesado camino por el que la comunicación ha de discurrir para llegar al punto óptimo: la comprensión del mensaje. Por lo tanto, las gratificaciones que yo recibo de los medios no son las mismas que mi vecino de enfrente o incluso que mi madre.

A mi entender, las gratificaciones que percibo de los medios son la información, incluyéndose en ella la posibilidad de mantenerse informado al instante, (sabiendo de primera mano lo que ocurre en la otra punto del mundo), así como la sensación de sentirse identificado con lo que se está leyendo o viendo, ya sea por un evento en nuestra ciudad o una noticia sobre nuestro círculo cercano. Además, creo que gracias a la vasta cantidad de información que recibimos diariamente, poco a poco vamos siendo capaces de discernir lo que es más apropiado, es decir, de priorizar a la hora de informarse.

Para mi generación, y todavía más para las venideras, Internet es el rey de la comunicación. Es lo que más usamos, lo que nos informa, divierte e identifica. Todo junto en un solo click: cómo, cuándo y dónde quieras. Y esa inmediatez hace que vaya un paso por delante en comparación a sus competidores más experimentados, ya que podemos disfrutar de una película, hablar con nuestros amigos italianos o buscarle errores al mejor periodista (para los que no la conozcáis, Fixmedia es una plataforma muy interesante mediante la que todos podemos aportar nuestro grano de arena para mejorar el periodismo actual).

Por otro lado, el propio receptor se ha convertido en un claro emisor. Cualquier ciudadano puede tener un blog, una página web en la que publique sus conocimientos, habilidades o preocupaciones. Y con ello, ha surgido el boom del periodismo ciudadano, un arma de doble filo mediante la cual, «todos sabemos de todo». Supone una gran riqueza, ya que disponemos de una mayor variedad comunicativa, pero también un peligro, ya que la calidad de mucha de la información publicada es un tanto dudosa.

Para concluir, creo que los medios de comunicación sí influyen de una forma importante en la opinión pública, al contrario de lo que creía Lazarsfeld. Cada cadena tiene su propia ideología, incluso las públicas, y cada una de ellas influye en lo que el espectador piensa. No todo el mundo discierne lo que es verdad de lo que es mentira y se cree lo que le están contando: «Si sale en la tele, será verdad». Por lo tanto, la comunicación también es un arma de doble filo con la que si se juega bien, se puede conseguir llevar a la “masa” al terreno más conveniente. Y eso es por lo que luchan, casi literalmente, las cadenas de televisión o las emisoras de radio cada día: por convertirse en el líder indiscutible de una franja horaria y para presumir de ello delante de sus adversarios. Y es que al fin y al cabo, esto es una constante batalla. De lo que no se dan cuenta es que no hay vencedores ni vencidos. Simplemente un ir y venir de poder.

Imagen | Flickr de Krista Kennedy

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