Gays iraníes relatan la dureza de vivir en un régimen que niega su existencia y que mantiene la pena de muerte para los ‘desviados’. El presidente, Mahmud Ahmadineyad, ya se ha hecho famoso por declaraciones como las realizadas en la Universidad de Columbia el pasado lunes: «en Irán no tenemos homosexuales».
La discreción es la norma de supervivencia en un Estado cuyo código penal establece la pena de muerte para quien mantiene relaciones homosexuales. Algo que también ocurre en países aliados de EE UU como Pakistán, Arabia Saudí o Yemen. La República islámica considera inmoral cualquier muestra pública de afecto. De acuerdo con la moral que institucionalizó la revolución islámica de 1979, toda relación fuera del matrimonio heterosexual es ilícita y punible.
Por ahora, sin embargo, impera la idea de que la homosexualidad es una enfermedad. De hecho, previo certificado médico, quienes se declaran gays quedan exentos del servicio militar. «Es cierto que puedes librarte de la mili, pero ni yo ni la mayoría de mis amigos lo hemos hecho porque luego en la cartilla marca como causa el artículo 29 y todo el mundo sabe de qué se trata», explica Taha. «Eso hace imposible encontrar empleo», asegura Taha (nombre supuesto). Este joven de 21 años, ha podido denunciar su historia y las huellas de los 80 azotes por «relación impropia» gracias a la página web de la Organización Gay Iraní (www.irqo.net), que tiene su sede en Estados Unidos.
Con el respaldo de juventudes políticas y dirigentes del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) se organizaron protestas en la Embajada de Irán en Chile, demandando que cesen en ese país de Oriente Medio las ejecuciones a personas por el sólo hecho de ser gays o lesbianas y/o por cometer adulterio.La reciente actualización del documento de la UE sobre derechos humanos en Irán concluye que “no hay persecución de homosexuales, aunque sigue siendo un tabú social”, la ley prevé las máximas penas y el presidente ni siquiera acepta que existan.